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La crisis de salud mental es un tema que ha cobrado relevancia en los últimos años, y se ha intensificado con la llegada de la pandemia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sido uno de los principales actores institucionales en la construcción de la narrativa de esta crisis. Desde la década de 1980, la OMS ha implementado cientos de programas psicológicos en todo el mundo para abordar los problemas de salud mental en diversas poblaciones. Estas iniciativas se justifican por la constatación de una "crisis" de salud mental.
En su Informe sobre la Salud Mental en el Mundo de 2022, la OMS menciona la palabra "crisis" en 56 ocasiones. En algunos casos, "crisis" se presenta en relación con una historia individual de enfermedad mental, como en el relato personal de los problemas psicológicos de Lion Gai Meir. El informe también hace referencia frecuente a los "servicios de crisis" o a la "respuesta a las crisis" en la atención a la salud mental.
Por otro lado, el texto describe una serie de crisis mundiales que han afectado a la prevalencia de enfermedades mentales: desde crisis climáticas a crisis económicas. En una sección se afirma la necesidad de "una transformación de la salud mental", como respuesta necesaria a "una crisis creciente". La existencia de esta "crisis" se pone de relieve subrayando la alta prevalencia de enfermedades y trastornos mentales (una de cada ocho personas en todo el mundo), los "enormes" costes económicos que trae consigo la enfermedad y la brecha en los tratamientos, lo que significa que a muchos de los que sufren enfermedades mentales no se les ofrecen servicios "eficaces".
La "crisis de salud mental" se presenta como una crisis creciente –alentada por otras crisis (como la económica o la climática)– a la que no responden adecuadamente los servicios existentes, sobre todo, en los países de renta baja, que deberían, según se sugiere, adoptar las técnicas sanitarias desarrolladas en Occidente.
Por un lado, el informe de la OMS reconoce los factores históricos, estructurales y ambientales, así como también las catástrofes económicas y climáticas que intervienen en el núcleo de la "crisis de salud mental". Se configura así un conjunto de crisis con una persistente sensación de gravedad y emergencia. Por otro lado, las respuestas a esta situación se centran abrumadoramente en "mejores servicios" y "mejor acceso a los servicios y al tratamiento", con métodos de cálculo y organización típicos de los países de renta alta.
El supuesto parece ser que, habida cuenta de que no podemos cambiar las condiciones estructurales, hay que tomar medidas de emergencia, es decir, más iniciativas e instalaciones médicas y psicológicas, cuya eficacia se mide a través de herramientas de salud pública. En resumen, la narrativa de la crisis siempre tiene una función (geo)política: en este caso, crea la sensación de urgencia necesaria para que las herramientas estandarizadas y occidentales de asistencia sanitaria y gobernanza se apliquen a escala mundial.
Una crítica sociológica de la "crisis de salud mental" no puede ignorar el problema del sufrimiento que muchas personas experimentan. Sin embargo, según nuestra visión general del informe de la OMS, el reconocimiento del malestar tampoco debería impedir una evaluación crítica del uso de este término, de sus resultados políticos, de las repercusiones y raíces culturales, o del reconocimiento de sus causas estructurales.
Las ciencias sociales pueden desentrañar los procesos subyacentes que entran en juego en la narrativa de la crisis, ofrecer explicaciones alternativas de lo que es tal "crisis" y, por tanto, invitar a buscar soluciones alternativas. A modo de ejemplo, nos basamos en nuestro libro recientemente publicado para explorar las explicaciones sociológicas de la "crisis de salud mental". Nos preguntamos cuál podría ser la naturaleza de esta "crisis" y qué ideas pueden salir a la luz al aplicar un análisis sociológico crítico. Consideraremos este fenómeno como a) una crisis de desigualdades e identidades; b) una crisis en la producción social y la gestión del estrés; c) una crisis en la proliferación de etiquetas para la enfermedad mental; y d) una crisis cultural.