LA IMPORTANCIA DE LAS RELACIONES INVESTIGADOR-INVESTIGADO: EL CASO DE LAS NARRATIVAS DE VIDA PROFESIONAL

 


  • Juana M. Sancho Gil
  •  Sandra Martínez Pérez
  •  Universidad de Barcelona 


La influencia de la visión positivista en las ciencias sociales ha llevado a convertir a las personas en objetos, sujetos y variables de investigación. En busca de una pretendida objetividad, que haría universales y ciertas las conclusiones de las investigaciones, sobre todo las pasadas por fórmulas estadísticas, se ha buscado el distanciamiento entre el investigador y el investigado. Parecería que alejándonos de las personas que configuramos los fenómenos sociales, que amparándonos en una capa de distancia y en unos protocolos pasados por el tamiz de los expertos, las conclusiones a las que llegamos son más objetivas, más verdaderas. Sin embargo, existen problemas y temas de investigación sobre los que no podemos avanzar nuestra comprensión sin la colaboración y participación directa de los individuos. De manera especial, el campo de la educación nos enfrenta a problemas y temas en los que lo importante no son los hechos, sino su significación para cada uno de nosotros. No son las tendencias o los patrones, sino las implicaciones que lo vivido puede tener para cada uno de nosotros y hasta qué punto y en qué sentido nos ayuda a aumentar nuestro saber o a perseverar en nuestra ignorancia. Esta forma de entender la investigación está relacionada con el enfoque narrativo y etnográfico de la investigación, que ha venido ganando relevancia desde la década de 1990. Thomas (1995) señala un conjunto de implicaciones de este cambio de mirada en las Ciencias Sociales en general y las de la educación en particular, que resumimos como sigue: 

  1. La necesidad construir un nuevo campo de estudio o área de especialización. 
  2. La importancia de prestar atención en la investigación básica a la biografía como guía para la reflexión sobre la práctica y la experiencia. 
  3. El valor de introducir cambios en la formación docente a partir narrar no solo la experiencia de formación sino también la práctica de enseñanza y la tutoría. Una perspectiva que abría una nueva agenda para la formación inicial y permanente del profesorado, en la que lo personal pasa a ocupar una parte fundamental del proceso formativo. 
  4. La significación de considerar que lo personal está profundamente vinculado a lo político, tanto en lo que se refiere las políticas de representación (visibilidad, invisibilidad) como en la importancia que adquiere la reivindicación del ejercicio de una democracia radical en la que los sujetos-ciudadanos hacen oír su voz. 
  5. La necesidad de valorar el estudio de las narrativas como formas de representación de la realidad, frente a las representaciones basadas en modelos matemáticos o propositivos. 

En este sentido, el Handbook of Narrative Inquiry, editado en 2007 por D. Jean Clandinin, señala cuatro cambios o transiciones fundamentales que constituyen otros tantos desafíos para la investigación, en particular en el ámbito de la educación. El primero está relacionado con una profunda revisión de la relación entre el investigador y los investigados. En el giro narrativo, los objetos/sujetos de investigación se convierten en individuos biográficos con capacidad de acción y activos constructores de conocimiento y visiones sobre el mundo. Mientras se reconoce las interinfluencias entre el investigador y los participantes/colaboradores en la investigación. 

El segundo con la consideración de las palabras, más que de los números, como datos de investigación. Las epistemologías positivistas y objetivistas insisten en el valor de los números en el estudio científico de los problemas sociales. El giro narrativo y las epistemologías construccionistas (Holstein y Gubrium, 2008; Gergen y Gergen, 2011) discuten la rigidez de estas perspectivas y cuestionan su capacidad para explicar y comprender los problemas sociales. El hecho de considerar las palabras de la gente como datos presenta un buen número de desafíos metodológicos y éticos que van desde la forma de obtenerlas, hasta la de interpretarlas, pasando por la manera de ordenarlas, analizarlas y divulgarlas. El tercero implica una cierta dosis de humildad por parte de los investigadores que no pretenden tanto encontrar patrones y explicaciones generales y generalizables, como comprensiones y explicaciones particulares que contribuyan a desentrañar las complejidades de los fenómenos sociales. 

Desde esta perspectiva, como desde el posicionamiento construccionista, la porción más pequeña de realidad contiene las características de a un fractal: la autosimilitud de la estructura, la complejidad infinita en un espacio finito y el reconocimiento de que las causas simples conducen a comportamientos complejos. De ahí la reivindicación de lo particular para estudiar y entender lo general y de implicarse con las personas en este proceso. El cuarto está relacionado con la necesidad de desenfocar y desdibujar nuestro propio conocer. Como están evidenciando las ciencias del aprendizaje, la neurociencia y los estudios sobre el nuevo inconsciente (Mlodinow, 2013), los seres humanos adquirimos (aprendemos) muchas formas de pensar y actuar sin darnos cuenta, de manera inconsciente. De ahí la necesidad de situarse en un cierto extrañamiento, de preguntarnos por qué vemos las cosas como las vemos, de indagar -como investigadores- sobre lo que nos ha influido en nuestra forma de pensar y actuar, de quitarnos o cambiar de gafas, de ponernos en distintas posiciones ante los temas y problemas que queremos investigar. 

Esta actitud, que subyace a la perspectiva construccionista, requiere un gran desafío, porque vaciar nuestra mochila nos puede llevar a situaciones de no-saber difíciles de abordar. También para establecer una relación de compromiso ético y social con nuestros colaboradores como parte fundamental en el proceso de construcción del conocimiento basado en la investigación. Porque como argumenta Mlodinow, (2013:12) “Los seres sociales, formamos ‘teorías’ personales de nuestro mundo social”. Y no lo hacemos en solitario, sino mediante un proceso corporeizado en el que nuestros contextos familiares, educativos, culturales, sociales, económicos y tecnológicos tienen un papel fundamental. Pero también, hemos apuntado, los seres humanos adquirimos (aprendemos) muchas formas de pensar y actuar de manera sin ser conscientes de estar haciéndolo. 

Explorar este tipo de problema requiere de la implicación y participación activa, en este caso, de un grupo de maestras y maestros noveles. No se puede abordar a través de un cuestionario, aunque los participantes tengan garantizado el nivel de anonimato que deseen. Entraña pasar unas cuantas horas juntos, dejarse observar en su trabajo, compartir materiales, objetos significativos, elaborar, leer y reescribir textos,… Y todo ello significa el establecimiento de una relación personalizada que puede ser muy diferente en función de las características del investigador y el investigado y el contexto de realización del trabajo. En los estudios etnográficos está plenamente reconocida la importancia del carácter personal del investigador y sus relaciones con el informante.